Proteína vegetal: una clave para una mejor salud cardíaca
Un estudio reciente de la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard destaca que priorizar las proteínas de origen vegetal sobre las proteínas animales en la dieta podría reducir significativamente el riesgo de enfermedad cardiovascular (ECV) y enfermedad cardíaca coronaria (EC). Los hallazgos subrayan que los beneficios se derivan principalmente de sustituir las carnes rojas y procesadas por fuentes de proteína vegetal. Además, el estudio identificó los efectos combinados de una mayor ingesta total de proteínas y una mayor proporción de proteínas vegetales respecto de las animales como los que proporcionan los beneficios cardiovasculares más pronunciados. Si bien las pautas dietéticas mundiales promueven el consumo de proteínas vegetales, la proporción ideal entre proteínas vegetales y animales no ha sido bien definida hasta ahora. Este estudio es innovador en la exploración de cómo la proporción de proteínas vegetales respecto de las animales afecta la salud cardiovascular. Andrea Glenn, autora principal del estudio, enfatizó: “El estadounidense promedio consume una proporción de proteínas vegetales respecto de las animales de 1:3. Nuestros resultados sugieren una proporción de al menos 1:2 para la prevención de ECV, mientras que para la EC, una proporción de 1:1,3 o superior debería provenir predominantemente de plantas”. Glenn, ahora profesora adjunta en la Universidad de Nueva York, realizó esta investigación durante su período como investigadora postdoctoral en Harvard. Publicado el 2 de diciembre en el American Journal of Clinical Nutrition, el estudio analizó 30 años de datos dietéticos, de estilo de vida y de salud de casi 203.000 hombres y mujeres que participaron en tres cohortes principales: los Estudios de Salud de Enfermeras I y II, y el Estudio de Seguimiento de Profesionales de la Salud. Las ingestas dietéticas se autoinformaron cada cuatro años, y el consumo total de proteínas se calculó en gramos por día, junto con las contribuciones específicas de fuentes vegetales y animales. Los hallazgos son sólidos, con 16.118 casos de ECV, más de 10.000 casos de cardiopatía coronaria y más de 6.000 casos de accidente cerebrovascular documentados durante el estudio. Los participantes que consumían una proporción alta de proteínas vegetales y animales (aproximadamente 1:1,3) experimentaron una reducción del 19 % en el riesgo de ECV y una reducción del 27 % en el riesgo de ECV en comparación con aquellos con la proporción más baja (~1:4,2). Además, los individuos con la ingesta total de proteínas más alta (21 % de su ingesta calórica diaria) que también mantuvieron una proporción favorable de proteínas vegetales y animales experimentaron reducciones aún mayores: 28 % para ECV y 36 % para ECV. Curiosamente, no se encontró un vínculo significativo entre la proporción de proteínas vegetales y animales y el riesgo de ACV. Sin embargo, reemplazar la carne roja y procesada con proteínas vegetales como los frutos secos pareció reducir el riesgo de ACV. Los investigadores también observaron que, si bien la reducción del riesgo de ECV se estabiliza en torno a una proporción de 1:2, los beneficios para la ECV continúan aumentando a medida que la proporción se inclina más hacia las proteínas vegetales. Los mecanismos subyacentes a estos efectos incluyen mejoras en los perfiles de lípidos en sangre, la presión arterial y los biomarcadores inflamatorios. Las proteínas vegetales suelen ir acompañadas de componentes beneficiosos como fibra, antioxidantes, vitaminas, minerales y grasas saludables. “Cambiar hacia proteínas de origen vegetal reduciendo la ingesta de carne roja y procesada y comiendo más legumbres y frutos secos es esencial no solo para la salud personal sino también para la salud del planeta”, dijo el autor principal Frank Hu, un destacado profesor de Harvard. A pesar de los prometedores hallazgos, los investigadores enfatizaron que las proporciones identificadas son aproximadas y que se requieren más estudios para refinar el equilibrio óptimo de proteínas vegetales y animales. También pidieron más investigación sobre cómo la ingesta de proteínas influye en el riesgo de accidente cerebrovascular.
Comentario de la columnista de SuppBase Alice Winters
Este estudio proporciona evidencia convincente para replantear el paradigma dietético occidental típico, que favorece en gran medida las proteínas animales. El cambio hacia las proteínas de origen vegetal no es una mera tendencia pasajera, sino un movimiento respaldado científicamente para reducir la carga de enfermedades cardiovasculares. Si bien la proporción de proteína vegetal a animal de 1:3 en la dieta estadounidense promedio puede parecer arraigada, esta investigación sugiere que incluso ajustes modestos podrían generar beneficios sustanciales para la salud. Pasar a una proporción de 1:2 o más es práctico e impactante. Los hallazgos resaltan el papel fundamental de la calidad dietética, no solo la cantidad, de proteínas. Los beneficios de las proteínas vegetales se extienden más allá del contenido de macronutrientes, ofreciendo un conjunto de compuestos bioactivos como fibra y antioxidantes de los que carecen las proteínas animales. Esto se alinea con el conocimiento establecido sobre los efectos protectores de los alimentos vegetales integrales, como los frutos secos y las legumbres, en la salud cardiometabólica. El estudio también desafía la idea errónea de que las dietas ricas en proteínas deben provenir de fuentes animales para ser efectivas, lo que proporciona un sólido argumento a favor de la diversificación de la ingesta de proteínas. Lo que distingue a este estudio es su alcance a largo plazo y su metodología rigurosa, que aprovecha décadas de datos y miles de participantes. Sin embargo, hay matices que considerar. Por ejemplo, si bien el estudio no encontró asociación entre la proporción de proteínas vegetales y animales y el riesgo de accidente cerebrovascular, sí observó posibles beneficios cuando la carne roja se reemplazó por nueces. Esta distinción sugiere que la investigación futura debería explorar fuentes específicas de proteínas vegetales y sus impactos específicos en diferentes resultados cardiovasculares. Desde un punto de vista práctico, esta investigación respalda una estrategia de transición que es alcanzable para la mayoría de las personas: reducir la dependencia de las carnes rojas y procesadas a favor de las proteínas vegetales. También refuerza las recomendaciones dietéticas dirigidas a la sostenibilidad ambiental, agregando otra capa de incentivo para adoptar tales prácticas. Sin embargo, las limitaciones del estudio, como la dependencia de datos dietéticos autoinformados y su diseño observacional, justifican cautela. Si bien las correlaciones son fuertes, la causalidad no se puede establecer definitivamente. Además, el efecto meseta para la reducción del riesgo de ECV indica que después de cierto punto, aumentar la ingesta de proteínas vegetales podría no agregar más beneficios, lo que subraya la importancia del equilibrio sobre el extremismo. En conclusión, este estudio no solo afina el debate sobre las dietas basadas en plantas, sino que también proporciona a los profesionales de la salud y a los responsables de las políticas información práctica para promover la salud pública. Para los consumidores, es una llamada de atención: las proteínas de origen vegetal no son sólo alternativas: son aliados esenciales en la lucha contra las enfermedades cardiovasculares.